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Ética y Ministerio Fiscal. Por Evangelina Ríos Dorado.
Desde principios del siglo pasado, en el seno de las organizaciones profesionales se hizo patente la necesidad de dotarse de un conjunto de normas a modo de recopilación de valores y principios éticos que indicaran el camino hacia la excelencia profesional.
No se trataba de definir acciones ilícitas, esto es, contrarias a ley, dado que esta materia está reservada a otros textos normativos sancionados legalmente. Se trataba de consolidar aquellas normas comúnmente admitidas como adecuadas para establecer relaciones profesionales basadas en la honestidad, la diligencia, la confianza y la lealtad.
Nacieron así los Códigos Éticos, y hoy es difícil encontrar una organización profesional que no haya realizado el esfuerzo de definir qué patrones de conducta y comportamientos, qué simbología o qué uso del lenguaje conduce a niveles máximos en el ejercicio de la profesión con dignidad y probidad.